domingo, 29 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 30 Mags

La puerta de mi casa se abre con gran estruendo y Finnick irrumpe como un vendaval en mi cocina.

-¡¿Lo has visto?! – pregunta parándose frente a mí.

-¿El qué?

-¡Lo que han preparado para el tercer Vasallaje de los Veinticinco! – exclama exasperado, pasándose las manos por el pelo.

-No, no lo he visto porque me da igual lo que pase. Los juegos terminaron para mí el día que te traje de vuelta. – respondo cansada, llevandome la taza de té a los labios.

-Te aseguro que esto no te va a dar igual. – sigue.

-Finn...  – acaricio su rostro con cariño, se ha convertido en un hombre realmente guapo. - Tengo ochenta años y estoy enferma, ¿no crees que me toca descansar un poco?

-Este año… los tributos serán escogidos de entre antiguos los vencedores.

La taza que sostengo entre mis viejas y temblorosas manos cae sobre la mesa, salpicándonos a ambos con su ardiente contenido. Miro a Finnick con el ceño fruncido y niego con la cabeza. 
No puede ser… aunque no sé de qué me extraño con todo lo que pasó en los últimos juegos. Katniss Everdeen, se presentó voluntaria para salvar a su hermana pequeña, en un distrito en el que nunca antes hubo voluntarios pues sabían que pocas eran sus posibilidades de volver a casa con vida. Luchó y sufrió en la Arena, cambiaron las reglas sobre el vencedor y en el último momento las volvieron a cambiar, obligándola a elegir entre matar o morir a manos del chico de su distrito. Los trágicos amantes del Distrito doce los llamaron. Pero la chica los desafió y eso no gustó a las gentes del Capitolio… o más bien no gustó al presidente Snow. Y esta era su forma de “recordar” que ni siquiera los vencedores son rivales para el poder del Capitolio.
                                                             
                                                          ***

Hoy es la cosecha y me obligo a arrastrarme hasta la plaza del pueblo con la ayuda del bastón que Finnick me talló con madera, blanquecina por la sal, que encontró en la playa. Al llegar al centro me coloco con los otros vencedores y en silencio, escuchamos el trillado discurso que año tras año, el alcalde Sattherwaite da ante todo el distrito. El acompañante asignado para este año, Ash, un tipo desgarbado y flacucho, da un pequeño y tartamudeante discurso y procede a sacar los nombres de las urnas. Como siempre, las damas primero.

Agarra el papel y camina torpemente hasta el centro, carraspea. 

Cierro los ojos con fuerza y contengo la respiración.

- A-Annie Cresta. 


Un grito histérico resuena en la plaza, mis ojos se abren bruscamente y la buscan hasta dar con ella. Tiembla como una hoja y su hermoso cabello castaño ondea al viento mientras se dirige al escenario. Casi sin percatarme, mis pies se ponen en marcha y la alcanzo antes de que ponga un pie en la escalera. Mi mano se aferra a su brazo y niego con la cabeza. Su rostro anegado de lágrimas me mira incrédulo y agradecido. La empujo para alejarla del escenario y con la ayuda de mi inseparable bastón empiezo a subir. Ash me espera arriba y me ofrece asiento, pero declino la oferta. No quiero dar pena a nadie, soy demasiado orgullosa. Con una sonrisa nerviosa el muchacho se gira y se dirige a la urna de los chicos, agarra un papel del fondo y tropezando dos veces con sus propios pies, se encamina de nuevo al centro.

- Fi-Fi-Finnick Od-Odair. ¡Finnick Odair!


Finnick sube al escenario con la cabeza bien alta. Sus cabellos broncíneos brillan y lo hacen parecer un dios surgido de entre las bravas aguas del mar que nos rodea. Se coloca a mi lado y me agarra la mano y me la aprieta con fuerza, en señal de agradecimiento por salvar a Annie de volver a la Arena. Le devuelvo el apretón y le acaricio el dorso de la mano con el pulgar. Los Agentes de la Paz,  nos guían hasta el Edificio de Justicia y nos acompañan hasta unas habitaciones para que no podamos despedir de nuestras familias. Cuando entro en la que me corresponde, me voy directa al sofá que hay junto a la venta y me siento a esperar a que vuelvan para llevarme hasta el tren. Cierro los ojos, esperando poder echar una cabezadita cuando unos suaves golpeteos en la puerta, me hacen abrir los ojos al tiempo que esta se abre. Cierro los ojos de nuevo y me los froto con fuerza porque creo que estoy soñando. Pero no, cuando los abro de nuevo ella sigue allí. Mis ojos se llenan de lágrimas y la veo acercarse a mí. Se sienta a mi lado y me abraza con fuerza. Mi niña, mi preciosa niña está conmigo. Me separo un poco de ella y sostengo su cara entre mis manos.

- No llores. – le digo, secando sus lágrimas.

- Mamá. – dice abrazándome de nuevo.

- ¿Cómo? – pregunto confusa. - ¿Rose te lo dijo?

- Siempre lo he sabido.

- Mi niña… no sabes cuánto lo siento. – beso sus cabellos y la aprieto contra mi pecho. – No tuve más remedio.

La puerta vuelve a abrirse, temo que vuelvan para llevarme y tener que separarme tan pronto de Ona. Pero por la puerta aparecen River y Sirin. Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas y los abrazo con fuerza, diciéndoles cuanto los quiero. Esta es mi última oportunidad, así que les cuento todo.

- Siento que no pudiéramos estar juntos, pero confió en que lo entendáis y que sepáis que aunque nunca estuve cerca, siempre os cuidé y procuré que no os faltara nada. – les digo sujetándolos fuertemente de las manos. – Me duele que ahora nos tengamos que separar de nuevo y que esta vez sea para siempre. Pero agradezco mucho esta oportunidad.

Esta vez, cuando la puerta se abre, sí que es el Agente de la Paz que me llevará hasta el tren.

- Se acabo la despedida. – suelta cortante, agarrándome con fuerza del brazo.- ¡Vamos!

Me suelto de un tirón y le lanzo una mirada envenenada.

- Tendrás que esperar unos segundos más. – escupo, abrazando de nuevo a mi hija y mis nietos. – Os quiero muchísimo, nunca lo olvidéis.- susurro. – Tú padre te quería más que a nada en el mundo, tampoco olvides eso. – digo apretando a Ona una última vez contra mi pecho.

El Agente de la Paz, me vuelve a agarrar del brazo fuertemente y soltándome de nuevo, me giro y lo encaro.

- No me toques.
Caminando a trompicones, seguida de cerca por aquel idiota, consigo llegar hasta el tren, donde Finnick me ayuda a subir.
- ¿Cómo está Annie?

- Asustada, pero también aliviada. – responde con tristeza. – No sabes cuánto te agradezco esto… aunque me duele mucho verte en esta situación.

- Tengo ochenta años, he vivido demasiado. – digo sentándome con cuidado en un cómodo sillón azul. – Annie aun tiene muchas cosas que hacer.

Finnick se sienta a mis pies y apoya la cabeza en mis piernas. Acaricio su cabello mientras miro distraídamente por la ventana.

-Tenemos mucho trabajo por delante.- murmuro. – Solo espero que todo salga bien.

martes, 24 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 29 Mags



- ¿Gente como yo? - pregunta extrañado.

Abro la boca para contestarle, pero justo en ese momento llaman a la puerta. Le indico a quienquiera que esté al otro lado que pase y lo primero que veo aparecer tras la puerta, es una mano de largas y afiladas uñas. Tigris hace su aparición unos segundos después. Aún me sorprende la extraña hermosura de su rostro modificado.

- Es la hora. - ronronea suavemente, atusándose los bigotes.

Miro la hora y me sorprende el rato que llevamos sentados en el suelo. Hago un gesto a Finn, que de un salto se pone en pie y me ayuda a levantarme. Acaricio su joven rostro y le indico que se dé prisa y no haga esperar demasiado a Tigris. Los observo salir de la habitación y dirigirse a los ascensores. La joven avox que me sigue a todos lados, aparece de la nada y se agarra a mi brazo. La miro unos segundos y suspiro. Me ayuda a sentarme en un sillón y me prepara un té.

- ¡Mags! - alzo el rostro y me encuentro con la radiante sonrisa de Niwl. - Vamos, ya es la hora.

Bajamos por el ascensor en silencio, cada una abstraída en sus propios pensamientos. No sé si hice bien contándole todo a Finnick, temo que pueda volver a repetirse lo de Sarah. Niego con la cabeza y me deshago de tales pensamientos. Cuando llegamos a nuestros asientos, Tigris y Lǜ comentan emocionados los trajes que los tributos lucen este año. Miro a mí alrededor y todo está más o menos como la última vez que pisé este lugar. Nada parece haber cambiado demasiado, excepto los estrafalarios trajes de Caesar Flickerman, cada año más chillón y ostentoso que el anterior. Las entrevistas empiezan y como cada año, es más de lo mismo. Cansada de escuchar me centro en el panfleto que nos entregaron al llegar y solo levanto la vista cuando Niwl me da un toquecito con el codo. Finnick, más guapo que nunca toma asiento junto a Caesar y comienza su entrevista. Flickerman se centra  en alabar su belleza y sus increíbles ojos verde mar. Cuando llega el turno de Nina, sus respuestas escuetas y directas hacen que algunos de los tributos profesionales intercambien comentarios y asentimientos de cabeza. Está claro que han visto el potencial de mis chicos y los quieren en su grupo.

Cuando finalmente cruzamos las puertas del cuarto piso, me despido de todos y me dirijo a mi habitación sin cenar. Estoy agotada, setenta años son muchos años y la edad no perdona. Las pesadillas de cada año no tardan en hacer su odiada y temida aparición, así que al amanecer, cansada de dar vueltas en la cama, decido levantarme y darme una larga y reconfortante ducha. Al salir del baño, me dirijo al gran armario y elijo algo cómodo que ponerme. Una vez arreglada, salgo y me dirijo al salón, donde me siento junto a la ventana y observo el amanecer de un nuevo y negro día. Pierdo completamente la noción del tiempo, porque cuando me quiero dar cuenta, los chicos me esperan para despedirse. Sacudo la cabeza y me dirijo hacia ellos. Cuando llego a su altura, Finnick se lanza a mis brazos, lo que me desestabiliza y estoy a punto de caer de no ser por Nina, que me sujeta del codo.

- Cuidado muchacho, ya no estoy para muchos trotes. - digo intentado sonreír. - Venid aquí.- los sujeto firmemente por la nuca y acerco sus cabezas a la mía. - No confiéis nunca en vuestros aliados, se que os dije que me parecía buena idea que os aliarais, pero eso no quiere decir que tengáis que confiar en ellos. Después de todo ellos quieren ganar a toda costa igual que vosotros. No esperéis hasta el último momento para separaros. Vigilad vuestras espaldas. Os quiero... - y mirando a Nina, añado. -... a los dos.

Niwl carraspea y nos separamos. Alzo la mano en un último adiós y los veo desaparecer en el ascensor. Pasados unos minutos me dirijo a la plaza en busca de patrocinadores, pero no tengo que buscar demasiado, ya que nada más poner un pie en la sala, una marabunta de gente me rodea y tira de mí en distintas direcciones. Pido calma y me siento en uno de los cientos de sillones repartidos por la estancia. La gente sigue rodeándome y hablado de los distintos regalos que quieren mandar a Finnick, nadie menciona a Nina en ningún momento y me indigno, tendré que ingeniármelas para mandarle algo. Comienza la cuenta atrás y el silencio se hace a mí alrededor.

Cincuenta y nueve... cincuenta y ocho... cincuenta y siete...

Me revuelvo en mi asiento y como cada año, le pido a mi abuela... y a River que los protejan.

Veinticinco... veinticuatro... veintitrés...

Aprieto los puños al ver a Finn en preparado en su plataforma.

Diez... nueve... ocho...

Cojo aire.

Tres... dos... uno.

Suena el gong y empieza el juego. Los profesionales están dando buena cuenta de las armas y en pocos minutos se cobran las primeras víctimas. Veo a Finnick correr hacia la cornucopia, pero no encuentra lo que busca y agarra un cuchillo plateado y una mochila verde. Va a echar a correr cuando el chico del dos lo llama y le dice que recoja todo lo que pueda. El baño de sangre ha terminado y no veo a Nina por ninguna parte, me empiezo a angustiar cuando la veo aparecer cerca de Finn. Suelto una gran bocanada de aire y abro las manos que tan fuertemente apretaba y miro las marcas que las uñas me han dejado en las palmas. Doy un bote en mi asiento al escuchar los nueve cañonazos y alargo la mano para coger el vaso de agua que hay en la mesita que tengo justo en frente.

Durante los tres siguientes días, seis niños más perecen en la arena. Al quinto día, Nina empieza una discusión con la chica del dos y la cosa termina en pelea. Todas las cámaras se centran la terrible escena que está teniendo lugar en mitad de un claro. Observo a Nina negar con la cabeza y darse la vuelta, cuando Finnick la pone en alerta. Se vuelve rápidamente, pero no le da tiempo a esquivar a Ivy. Caen las dos al suelo y empiezan una encarnizada lucha. La chica del dos es demasiado grande y enseguida tiene a Nina contra el suelo y atrapada bajo su cuerpo. Alza el rostro al cielo y sonríe ladina. Suelto un suspiro pesaroso y aparto la mirada. De pronto un murmullo de asombro barre la estancia y no puedo evitar levantar la mirada y mirar la pantalla. Nina, aprovechando el momento de celebración de su contrincante, consigue sacar un pequeño punzón plateado y clavárselo con todas sus fuerzas en el cuello. Ivy la mira con los ojos fuera de sus orbitas, intentando respirar, pero solo consigue producir un horripilante gorgoteo antes de caer muerta sobre Nina. Observo a Finnick ayudarla a quitase de encima el cuerpo inerte de la muchacha. Con la respiración aún muy agitada Nina consigue levantarse, pero no da dos pasos antes de caer de rodillas al suelo con las manos en el costado. Se mira las manos horrorizada y las tiene completamente ensangrentadas. Al parecer Ivy no se lo puso tan fácil como todos habíamos pensado en un primer momento. Finn corre a su lado y empieza a sacar algunas de las medicinas que he ido enviándole según las iba necesitando, pero nada de lo que pueda encontrar en esa mochila conseguirá arreglar lo que ya no tiene arreglo. Nina no coge de la mano y niega con la cabeza, mientras con la mano derecha agarra el cuchillo que Finnick acababa de soltar y antes de él pueda evitarlo se corta la yugular.

El sonido de los aplausos a mí alrededor es ensordecedor, miro a mi alrededor sintiendo odio y repulsión hacia todas estas personas sin escrúpulos. Finnick decide acabar con la alianza y escapar, pues sabe que en ese momento está en el punto de mira de los otros profesionales. Dos días después, los dos del uno y el chico del dos terminan con la vida de los tributos que aun vivían. Ahora le toca el turno a Finnick. No puedo soportar más la tensión que me produce ver a mi muchacho en la arena, esto tiene que terminar ya. Me siento al borde de mi asiento y llamo la atención de todas las personas que están sentadas a mí alrededor.

- Esto está terminando.- les digo mirándolos con los ojos entrecerrados, porque sé que lo que voy a pedir a continuación es algo difícil de conseguir. - Enviémosle un último regalo a Finnick.
- ¡Me pido regalárselo yo! - responde a gritos un hombre entrado en años, vestido del mismo color que los ojos de Finnick.

Se arma revuelvo, porque todos quieren tener ese honor. Lo cual ahora mismo, más que dolor de cabeza, me da alegría.

- No se preocupen, todos tienen que colaborar. - me miran extrañados. - Si queremos que Finnick gane, necesita hacerse con un tridente y la única manera de enviarle un regalo tan caro es que lo hagan entre todos.

Tras unos minutos de discusión para ponerse de acuerdo, acceden a mandar un último regalo, el más importante y caro de la historia de los Juegos del Hambre. Asiento y me dispongo a hacérselo llegar. Pulso a enviar y le adjunto un mensaje.

<<Utilízalo como te enseñó>>

Confirmo el envío y cuando alzo el rostro hacia la pantalla lo veo aparecer. Finnick mira la nota, sonríe y hace girar el tridente entre sus manos. Ahora su brazo está completo. Lleva tiempo sin usarlo, por lo que practica un poco lanzándolo contra un árbol. Sigue en plena forma. De pronto anochece y apenas vemos nada, por lo que decido retirarme a descansar un rato. Me despierto al amanecer y en lugar de dirigirme al ascensor para reunirme con los demás, decido quedarme en mi planta y ver lo que quede de los juegos allí. La avox que siempre me acompaña me ayuda a sentarme en un sillón y me hace apoyar los pies en un mullido cojín que coloca sobre un taburete. Me trae un té con unas pastas y entre sorbo y sorbo, veo que Finnick está tejiendo unas redes con plantas tal y como yo le enseñé. Me emociona ver que hace uso de los conocimientos a los que tanto me costó que atendiera. Coloca las redes y las disimula con hojas y ramas. Un ruido lo pone en alerta y sale corriendo para esconderse tras un arbusto. Sonrió al comprobar que la trampa surte efecto y consigue atrapar al chico y a la chica del uno. Aparto la mirada, pues no quiero ver lo que viene a continuación, pero los dos cañonazos simultáneos me confirman que Finnick solo está a un oponente de regresar a caso como les prometí a Lux y a Jonah. La victoria no se hace esperar pues justo al día siguiente, otra de sus trampas dejan a Lucien, el chico del dos, colgado a metro y medio del suelo sin posibilidad alguna de escape.

Finnick solo está unas pocas horas en el hospital, ya que gracias a sus patrocinadores no le ha faltado comida, agua o medicinas. Por lo que dos días después, terminadas las entrevistas, por fin nos encaminamos hacia casa. Al llegar a la abarrotada estación del cuatro, Finn se lanza a los brazos de su abuela y su padre, que me dan las gracias sin apartarse ni un segundo del nuevo ganador del Distrito Cuatro.

viernes, 20 de julio de 2012

CAPÍTULO 28 Mags

Releo la nota un par de veces más, la doblo y la meto de nuevo dentro del agujero, antes de taparlo con el desgastado ladrillo. Miro hacia ambos lados antes de salir del callejón y me vuelvo a fundir entre la multitud. Camino despacio pero con paso firme, puedo ver las puertas del Centro de Entrenamiento a escasos cincuenta metros de mí. Mientras camino despreocupadamente, evoco recuerdos. Recuerdos peligrosos, pero después de tanto tiempo ya nada me da miedo.

<<Oigo chistar a alguien. Me giro y veo a un hombre de mediana edad que me hace señas para que me acerque. Lo hago y al llegar a su altura me sujeta del brazo y nos escondemos entre las sombras.

- No tengas miedo, soy un amigo. - dice para tranquilizarme.


- ¿Qué quiere? - le pregunto extrañada por la urgencia de su voz.


- Ayudarte, se lo que pasó en el Capitolio los pasados juegos. - frunzo el ceño, pensando en lo ocurrido con River y él, asiente como si supiera lo que pienso.


- ¿Cómo? - pregunto, ahora la urgencia sale de mi boca. - ¿Quién es usted?


-  La resistencia. - susurra mirando en derredor. - Toma. - pone en mi mano una diminuta pastilla amarilla, la miro detenidamente, intentando averiguar que es.>>


Ese fue el principio de todo. Ese hombre y su pastilla, fueron la nota detonante. Empecé a indagar y poco a poco me fui metiendo en la resistencia, un grupo con ansias de acabar con el Capitolio. Una ansias tan grandes como las mías. Dejé de hablar, para empezar a escuchar. Les daba valiosa información e incluso llegué a reclutar a algún que otro miembro. Cada año hacíamos reuniones secretas en el Capitolio, siempre en lugares distintos, para no crear sospechas sobre los demás.

Hacía años que no venía a una reunión. Trabajaba desde el cuatro, con ayuda de algunos otros. Pero este año es distinto. En cuanto supieron que volvía al
Capitolio se pusieron en contacto conmigo. El avox que me ayudó el primer día al salir del tren dejó caer una nota en mi bolsillo. Cuando sacó la mano, enseguida metí yo la mía, notando así el papel. Intente disimular mi sorpresa ante su acto, para que nadie notara nada fuera de lo normal. Este simple hecho me escamaba bastante, no lograba entender a que se debía, pero cuando el chico alzó la vista lo reconocí al instante. Era Ethan, el hijo de Berg, el hombre que me dio la pastilla amarilla que acabó con la vida de Augustus Merryweather. Entonces lo entendí todo.

Cuando abro la puerta y entro a la sala de mentores, todos se giran para mirarme. Sonrío y les explico que me quedé dormida. Algunos se ríen y me saludan, otros niegan con la cabeza y fruncen en ceño. Me siento al lado de Seeder y Cecelia y entablamos una conversación. Hablo poco, porque se supone que estoy un poco chocha y no quiero que mi tapadera se sepa. Veo a Haymitch al fondo sirviéndose otra copa y siento pena, aunque lo comprendo perfectamente, yo también quisiera olvidar muchas cosas. Al final de la jornada, subo a mí planta y me siento a esperar a los chicos. Después de darse una ducha, se reunen conmigo en el salón y hablamos de los entrenamientos privados que tendrán lugar mañana.

- Tenéis que tener muy claro lo que mañana queréis mostrar ante los vigilantes, os aconsejo que os guardéis un as en la manga. No hace falta que lo sepan todo. - les digo.

- Yo no tengo mucho que enseñar, así que haré todo lo que se. Me tengo que asegurar una buena puntuación si quiero que los otros profesionales me acepten cuando ya estemos en la arena. - dice Nina.

- Yo creo que haré algunos de los nudos que me enseñaste y puede que ponga algunas trampas. - dice Finnick.


- Perfecto. Espero que mañana tengáis suerte y los vigilantes os den una buena puntuación. - les digo levantándome para la cena.

Nos dirigimos al comedor y nos sentamos a la mesa. No me había dado cuenta de lo hambrienta que estaba hasta ahora. Hoy casi no he comido nada y ahora arraso con todo lo que puedo. Cuando sirven el postre, me como dos pedazos de tarta de queso con mermelada de fresa, que está exquisita. Después de un té de hierbas para bajar la cena, me voy a mi habitación a descansar. Mañana es un gran día y necesito estar descansada.

Me despierto al alba y me doy una ducha. Al salir del baño me dirijo al gran armario de caoba y elijo algo discreto. Salgo de la habitación y me dirijo al comedor, dónde Niwl y los chicos me esperan para desayunar. Me tomo un café bien cargado y un bagel de queso con semillas de sésamo y mantequilla. Bajo con los chicos en el ascensor y al llegar a mi planta me despido y les deseo suerte. Al salir del ascensor me dirijo directamente a la sala de mentores. Me paso gran parte de la mañana mirando el reloj de forma enfermiza. A las dos y media me levanto y me disculpo ante los demás, explicándoles que me siento exhausta y quiero ir a descansar. Al salir, me encamino por los pasillos que van directamente a la calle. Estoy a punto de salir sin ser vista. Casi lo he conseguido, pero cuando ya tengo una mano sobre el picaporte de la puerta, un Agente de la Paz se me acerca.

- ¿Va a algún lado señora? - me pregunta.

Me limito a mirarlo sonriente y con la expresión más inocente que soy capaz de poner. Otro agente se nos acerca e intercambia unas palabras con su compañero.

- ¿Ocurre algo? - pregunta entrecerrando los ojos al mirarme.

- Quiere salir fuera del recinto, señor. - le explica.

- Solo quiero tomar un poco de pastel. - les digo.

Los agentes me miran durante unos segundos y después se miran entre si. El más alto se encoge de hombros y el otro, que parece tener más poder en su cargo, me abre la puerta permitiéndome salir. Antes de que se cierren las puertas puedo oírlos hablar.

- No creo que sea ningún problema dejarla ir, está chalada. - dice el alto. - ¡Pastel! Dice que quiere ¡pastel! Como si aquí no hubiera... - añade negando con la cabeza a la vez que sonríe.

- Si, no la tendrían que haber dejado venir a estos juegos. - sentencia el otro.

<<Pardillos... - pienso. - Siempre me salgo con la mía.>> En cuanto salgo del alcance de su vista, me pongo unas oscuras gafas de sol y me meto entre el gentío procurando que nadie me reconozca. Miro el reloj y son menos cuarto. Mi charla con los agentes me ha robado un tiempo precioso, solo espero no llegar tarde. Cruzo de una calle a otra y camino dos manzanas más hasta llegar a la calle rosa. No es que la calle se llame así, simplemente es que está pintada de ese color. Al poner los pies en esa calle, me quedo parada mirando a mi alrededor en busca del pastel azul, pero no veo ninguna pastelería por aquí. Frunzo el ceño, al pensar que quizás miré mal el papel o puede que lo interpretara mal. Cuando me fijo, que justo en el escaparate de la tienda que tengo en frente, hay un bonito pastel azul dibujado en una de los numerosos cuadros que venden. Me acerco más al cristal para verlo y en la esquina inferior derecha, leo la palabra Nico. Entro en la tienda y el repiqueteo de las campanillas de la puerta me sobresaltan. Me acerco al mostrador, donde un hombre con espeso bigote blanco me sonríe al verme entrar.

- ¡Buenos días, señora! - me saluda con fervor. - ¿En qué puedo ayudarle?

- Quiero el cuadro del pastel azul. - le digo mirándolo a los ojos.

- Por supuesto, venga conmigo. - dice, mientras hace un gesto con la mano invitándome a pasar dentro del mostrador.

Una vez allí, pulsa un botón que abre una trampilla en el suelo, donde hay una oscura escalera. Me ofrece una linterna y me ayuda a bajar por ella. Una vez abajo, camino por unos pasillos serpenteantes hasta que al final de uno, veo una luz brillante dándome la bienvenida. Al llegar allí, apago la linterna y entro en la iluminada habitación. Antes siquiera de ver a nadie, una voz grita mi nombre.

- ¡Mags!

Consigo enfocar la vista y veo Shoppo que viene hacia mí con los brazos abiertos, nos damos un gran abrazo y saludo a los demás. Me siento en una silla y todos me bombardean con preguntas.

- ¿Como es que has vuelto después de tanto tiempo? - pregunta Shoppo.

- Tenía que hacerlo, Finnick Odair es como un nieto para mí, no podía dejarlo solo. - les explico.

- ¿Crees que sospechan de ti? - me pregunta Berg.

- No, todos piensan que estoy loca. - les digo. - Así que no me prestan especial atención. Lo que me ha sorprendido bastante es que hayáis logrado entrar en el Centro de Entrenamiento, haciéndoos pasar por avox. - digo mirando a Ethan.

- Necesitamos gente en todos lados si queremos estar al tanto de todo, ¿no crees? - dice Ethan.

- Por supuesto, pero es sumamente peligro, teniendo en cuenta que tú, a diferencia de ellos, si tienes lengua. - le explico. - Tenéis que andaros con mucho ojo, cada cierto tiempo comprueban las bocas de los avox.

- ¡No solo les cortan las lenguas y los ponen a servir, si no que encima los revisan para asegurarse de que siguen siendo mudos! - dice Shoppo, levantándose y dando un fuerte golpe a la mesa, indignada tras mi explicación.

- Cálmate, ya sabes como funcionan las cosas por aquí. - le dice Ethan al tiempo que le pasa un brazo por los hombros y la atrae hacia si para darle un beso.

- Todos sabemos que así es como va Panem, pero eso no quita que me cabree al enterarme de estas cosas. - dice apartando a Ethan aun enfadada.

- Siento interrumpir, pero pronto me echarán de menos. - digo mirando a todos los presentes. - ¿Para que me habéis hecho venir?

- La cosa cada vez está peor Mags, pronto pasará algo que hará estallar una guerra. La gente ya empieza a estar cansada, cada vez somos más y más fuertes, pero necesitamos estar preparados. - dice Berg. - Ya tenemos gente de casi todos los distritos, pero aun se nos resisten el uno y el dos. Ahí es donde entras tú. Necesitamos que hables con los mentores de esos distritos. Tal vez consigas que nos escuchen.

- Lo veo muy difícil por ahora. No los veo uniéndose a nosotros, pero de todos modos lo intentaré. - les prometí.

Miro de nuevo la hora y me levanto. Me despido de todos y agarro de nuevo la linterna para subir por la escalera. Al llegar arriba doy dos toques al techo y este se abre para dejarme salir. Me despido de Al y salgo de la tienda disimuladamente. Tardo menos de diez minutos en llegar a la cuarta planta del Centro de Entrenamiento. Cuando se abren las puertas, Finnick salta de su asiento para contarme todo lo que ha hecho durante su entrenamiento privado. Está completamente exaltado, por lo que deduzco que le habrá ido bien. Nina también me cuenta que tal le ha ido y parece estar también bastante contenta con el resultado obtenido.

Después de cenar, nos sentamos todos en el salón para ver las puntuaciones de las sesiones privadas. Caesar Flickerman está radiante de alegría, a pesar de que da bastante miedo tal y como va vestido .Todo de morado, incluso el maquillaje, lo que le da cierto aire fantasmal. Las puntuaciones obtenidas por los distritos uno y dos oscilan entre el 10 y el 8, como siempre. Los del tres obtienen cada uno un 6, que no está nada mal. Ahora llega nuestro turno. Diez puntos para Finnick, que no puede evitar dar un salto de alegría. Nina obtiene una ocho, también está contenta por su puntuación, pero no es tan efusiva como Finnick por lo que solo se limita a sonreír y chocar la mano con Lǜ, que se ha tatuado unas vides verdes a modo de antifaz. Al terminar el programa, envío a los chicos a sus habitaciones. Tienen que estar perfectos para los entrenamientos de mañana

Me despierto al alba y después de una rápida ducha, salgo al salón a esperar a los chicos para desayunar y así poder empezar a trabajar con ellos para las entrevistas de esta noche. Empiezo con Nina, mientras Finn está con Niwl.

- Eres una chica muy reservada, creo que deberías mostrar esa cara. Te hará parecer fuerte. - le digo. - Imponer a los adversarios antes de entrar en la arena es importante.

Asiente con la cabeza y pasamos el resto de la mañana ensayando posibles preguntas y respuestas. Miro la hora y antes de volver a mirar al frente para decirle a Nina de que ya es la hora de comer, aparece la chica avox para avisarnos de que la comida está servida. La muchacha se me acerca para tomarme del brazo y ayudarme a llegar.

- Tranquila, ella me ayudará. - le digo con una sonrisa.

Ella duda, pero al final me la devuelve. Me levanto y agarro a Nina del brazo. Llegamos al comedor entre risas y nos encontramos con Finnick y Niwl, que ya nos esperaban para comer. Mientras comemos, noto que Finn mira a Nina de forma extraña y que apenas prueba bocado. Cuando traen el postre ni siquiera lo mira, pero cuando yo pido un té, agarra un puñado de azucarillos y se los mete todos a la vez en la boca. Niwl se levanta y se lleva a Nina con ella, dejándonos a Finnick y a mí solos. En cuanto cierran la puerta, explota y dice todo lo que lleva esperando decir desde que nos vio aparecer antes.

- ¿La has elegido a ella? - pregunta con resentimiento en la voz.

- ¿Puedo saber de donde has sacado eso? - pregunto algo molesta por su tono.

- Parecéis muy unidas. - dice despechado.

Esa última frase hace que estalle en sonoras carcajadas. Finnick me mira ceñudo y eso acrecienta mis risas, provocando que se levante y se marche enfadado del comedor. Me levanto y voy tras él, aun riendo. Lo encuentro en su habitación sentado frente a la ventana, mirando sin ver la ciudad. Me acerco a él y me siento en el sillón que hay junto a la ventana.

- ¿Finn?

En lugar de mirarme, cruza fuertemente los brazos a la altura del pecho y aprieta los labios. Con bastante esfuerzo, consigo arrodillarme en el suelo, hasta lograr sentarme junto a él. Una vez sentada, miro en la misma dirección que sus ojos. Al ver que no digo nada empieza a hablar.

- Luego no podrás levantarte.

- ¿Acaso no me ayudarás? - le pregunto mirándolo.

- Avisaré a Nina. - dice.

Lo miro fijamente hasta que me devuelve la mirada.

- Finnick Odair. - digo en tono grave. - Me decepcionas.

Ahora veo culpabilidad en su mirada, lo que hace que se me ablande el corazón. Pero también empieza a molestarme su actitud.

- Hice una promesa. Juré traerte de vuelta, aunque eso fuera lo último que hiciera en esta miserable vida. - le digo. - Y créeme cuando te digo que es lo que haré.

- ¿Y Nina? - pregunta.

- Haré todo lo que esté en mi mano por ella. - le prometo. - Escucha muy bien lo que te voy a decir Finnick, en este trabajo, siempre tienes que apostar todo por uno u otro. Desgraciadamente siempre es así.

- Y tú ya has elegido… - murmura.

- Esta vez no he tenido elección. - susurro también.

- No tienes porque cumplir tu promesa. Si crees que Nina es mejor que yo, apuesta por ella. - dice con fiereza en los ojos.

- Si he vuelto al Capitolio después de tantos años es por ti. - le digo. - Si tu nombre no hubiera salido en la cosecha, jamás habría vuelto.

Se vuelve hacia mi y me mira fijamente hasta que le devuelvo la mirada. Me hace miles de preguntas sobre el Capitolio y sobre porque no he vuelto a ir después del segundo vasallaje y se lo cuento todo. Empiezo por mis juegos y acabo por Sarah y su familia. También le cuento la historia de River, lo que provoca que acabe llorando una vez más por mi amor perdido y por último, le hablo de Ona. Cuando al fin me callo, noto que me mira de otro modo. Como si en el rato que ha pasado escuchando mi historia, hubiera crecido varios años. Se acerca a mí y me abraza fuertemente. Le doy un beso en los cabellos. Y poco a poco nos volvemos a separar.

- No puedes decir nada de lo que te he contado. - le suplico. - Será nuestro secreto.

- Te lo prometo. Guardar secretos es lo mío. - dice.

- Eso es perfecto. Necesitamos gente como tú. - le digo mirándole a los ojos con media sonrisa formándose en mi rostro.

domingo, 15 de julio de 2012

CAPÍTULO 27 Mags

El presidente acaba su discurso de bienvenida con una espeluznante sonrisa que provoca que se me erice el bello de la nuca. Justo después, suena el himno que da por finalizado todo este circo y con la ayuda del avox que me acompaña a todos lados << ¡maldita sea la hora en la que decidí hacerme la vieja enferma que todos creen que soy! >>, nos dirigimos al Centro de Entrenamiento. Veo saltar a Finn de su carroza y girarse para ayudar a hacer lo mismo a Nina, pero esta, rehusa su mano y salta grácilmente junto a él. Tigris se nos adelanta y felicita a los chicos con un susurro ronroneante, al tiempo que un hombre extremadamente alto y delgado con el pelo verde peinado en puntas de diferentes longitudes, se acerca y los felicita con entusiasmo.

- ¡Mags! - grita Finnick al verme llegar, provocando que muchos ojos se vuelvan hacia nosotros. - ¿Qué tal hemos estado?

- Magníficos, no tenéis de que preocuparos. - le digo. - Está todo controlado. - digo mirando a Nina.

Ella asiente despacio y sonríe nerviosamente cuando aquel hombre de altura imposible le pasa el brazo por los hombros. Niwl nos indica que ya es la hora de ir a nuestra planta del Centro de Entrenamiento y todos nos ponemos en marcha hacia los ascensores. Subimos hasta la cuarta planta y Niwl rápidamente enseña a los chicos sus habitaciones y el resto del lugar. Yo me voy directa a mí cuarto y me siento en la enorme cama que tantas veces me ha acogido entre sus suaves sábanas y acaricio la fina superficie con los ojos cerrados rememorando viejos recuerdos que ya creía olvidados. Unos rítmicos golpeteos en la puerta me despiertan de un sueño al que no recuerdo haber llegado. Me levanto lentamente de la cama, que ahora esta toda arrugada y me dirijo a abrir la puerta. Una avox de aspecto joven me indica que la cena está servida, asiento sonriente con la cabeza y le doy las gracias antes de marcharme.

 Al doblar la esquina para entrar al comedor, veo a Tigris y al gigante verde discutiendo sobre quién debe sentarse junto a Finnick. Paso por su lado y sin pensármelo dos veces, me siento en el lugar disputado. Ambos me dedican miradas asesinas y yo les sonrío con picardía, lo que provoca que ella me suelte un bufido que hace que sus bigotes bailoteen. Hecho una rápida mirada por la mesa que, como de costumbre, está llena de deliciosos manjares. Finalmente me decanto por un plato de pasta a la puttanesca que tiene una pinta excelente. Le doy un codazo a Finn para que empiece a comer y después de una larga mirada a toda la mesa se pone a ello con ganas. Miro a Nina y la insto que haga la mismo, pero a pesar de que ella parece tener tanta hambre como él, se contiene y come con más mesura.

- Deja eso y come algo con más proteínas. - le digo a Finn. - En la arena necesitaréis estar todo lo fuertes y sanos que podáis.

- Deja que el chico coma lo que quiera Mags, aun queda mucho tiempo para que empiecen los juegos. - me suelta el tipo del pelo verde.

Me giro para encararlo y él me sonríe con suficiencia al tiempo que se lleva el tenedor a la boca, con el meñique alzado y gran delicadeza.

- Perdona, creo que no nos han presentado. ¿Tú nombre es? - le digo sin un ápice de delicadeza en la voz.

- Lǜ, mi nombre es Lǜ. Creo que ya nos conocíamos de antes, pero es normal que a tu edad no lo recuerdes. - dice uniéndose a las risas de Tigris y Niwl.

No he visto a este tío en mi vida, con esas pintas lo recordaría, estoy segura. Noto que Finnick se tensa y está a punto de saltar, pero le pongo una mano sobre el brazo y sonrío ampliamente.

- Tu trabajo, consiste en que ellos - digo señalando a los chicos. - estén presentables. El mio, en que logren salir con vida de la arena y puedan regresar a sus casas. Así que limítate a hacer tu trabajo y no me digas como hacer el mio. - cuando acabo de hablar, lo imito llevandome el tenedor a la boca, pero al contrario que él, sin tanta pomposidad.

Cuando termina la cena, nos reunimos todos frente al televisor para ver la repetición de esta noche. Pero como siempre es más de lo mismo, me marcho arrastrando a los chicos conmigo. Lǜ está a punto de replicarme, pero lo acallo con una mirada. Los acompaño a sus respectivas habitaciones y me marcho a la mía. Al entrar me acerco al gran ventanal y después de un largo y silencioso vistazo a las coloridas luces del Capitolio, oscurezco los cristales y me acerco lentamente hasta la cama.

Me levanto con las primeras luces del alba, aunque llevo más de media noche despierta. Una extraña y horrible pesadilla me atacó sin piedad, privándome de mi descanso y dejándome aterrorizada en la cama por el resto de la noche. Cuando salgo al pasillo, inmediatamente aparece la chica avox de anoche. Me ayuda a ir hasta el salón y sentarme en un cómodo sillón color coral, para acto seguido traerme un té con limón. Lo deja sobre la mesita que tengo justo delante y se aparta, aunque no se marcha muy lejos, pues cuando adelanto el cuerpo en el sillón para alcanzar la hermosa taza de porcelana con mis aun temblorosas manos, reaparece para ayudarme de nuevo. Pasado un rato, ya más calmada, me levanto para ir a despertar a los muchachos, pronto tienen su primer entrenamiento y no me gustaría que llegaran tarde.


Después de un buen desayuno y algún que otro consejo rápido, bajo con ellos en el ascensor. Me despido en mi planta y los dejo seguir solos.

Caminar por estos pasillos después de tanto tiempo me resulta de lo más extraño. Unos gritos me sobresaltan cuando estoy a medio camino de mi destino, me giro para comprobar de donde proceden y veo a Haymitch siendo arrastrado de malas formas por un agente de la paz y un chico avox muy menudo. Me acerco a ellos y les pido que me dejen a solas con él.

- ¿Está de broma señora? - me pregunta el agente con cara de bobo. - Este tío está borracho como una cuba, usted sola no podrá con él.

- No te preocupes por mí. Pero la próxima vez habla con más respeto, este hombre es un ganador de Los Juegos del Hambre y merece ser tratado como tal. - le espeto en tono cortante.

- Tiene razón, le pido disculpas. - me dice, ahora avergonzado.

Asiento con la cabeza y le digo al avox que me ayude a llevarlo a la sala de mentores. Una vez dentro, lo tumbamos como podemos en uno de los sofás que hay esparcidos por la sala. Miro a mi alrededor y todos nos miran, esto hace que me irrite y les eche una mirada capaz de matar a cualquiera que ose decir palabra. Aun mirándolos me dirijo a una de las mesas que contienen todo tipo de comida y bebidas, agarro una gran jarra de agua fría y se la arrojo por encima a Haymitch, provocando que se despierte dando grandes bocanadas en busca de aire. Me recuerda a un pez cuando está fuera del agua. Una vez que ya es consciente de lo que pasa mira a su alrededor buscando al culpable y me pongo en su campo de visión. Después de unos cuantos minutos mirándome con el ceño fruncido, cae en la cuenta de que yo soy la culpable. Frunce aun más el ceño.

- ¿Estás loca? - me grita.

- No más que tú. - le digo sentándome frente a él.

- ¿Porqué demonios has hecho tal cosa? - me pregunta con un gruñido gutural.

- Necesitas estar fresco para poder ayudar a tus tributos. - le digo.

Pasamos el resto del día discutiendo, sobre su comportamiento vergonzoso y finalmente parece que lo he convencido, que lo que le llevo diciendo todo el día hace mella en él. Pero al cabo de un rato lo veo servirse una copa y me doy por vencida. Espero que algún día tenga unos tributos lo bastante fuertes como para que se mantenga más o menos sobrio para ayudarlos. Al final del día, Enobaria se me acerca para hablar de posibles alianzas con los del dos.

- Piénsalo, necesitan unirse para quitarse del medio a los débiles. Eso hará que los juegos sean más interesantes para el público.

- Tengo que hablar con mis chicos, aun no tengo un plan definido. - le digo sin poder apartar la vista de sus dientes.

- Sabes que lo terminarás haciendo, solo es cuestión de tiempo. - me dice con una sonrisa que deja sus puntiagudos dientes al aire.

Me despido de ella y me dirijo a la puerta para ir a los ascensores. Cuando llego a mi planta me voy derecha a mi habitación y me doy un baño. Al salir, me encuentro con Finnick sentado en mi cama.

- ¿Que haces aquí? - le pregunto extrañada.

- Necesitaba hablar a solas contigo. - me dice.

- Entonces, adelante. Te escucho. - le digo sentándome a su lado.

- Los del uno y los del dos nos han propuesto unirnos a ellos. - dice en un susurro. - Yo les dije que primero quería hablar contigo, pero Nina aceptó de inmediato.

- No te preocupes, mañana en cuanto los veas, acepta el pacto. - le digo.

- ¿Estás segura? - pregunta con el ceño fruncido.

- Completamente. Eso os dará más tiempo y posibilidades. - le digo. - Y créeme, que necesitas todas esas cosas a tú favor si quieres volver.

- Supongo. - dice.

- Nada de supongo. Tienes que volver, hice una promesa que no me puedo permitir romper. - le digo en tono severo.

Asiente despacio. Puedo ver la tristeza en sus ojos y eso me parte el corazón. Me acerco más a él y lo estrecho torpemente entre mis brazos. Nos quedamos así, hasta que unos golpes en la puerta nos sobresaltan y nos obligan a apartarnos. Me levanto despacio y abro la puerta. Nina está al otro lado.

- ¿Podemos hablar? - pregunta.

- Por supuesto, pasa. - le digo abriendo más la puerta.

Entra despacio, pero bastante decidida, hasta que ve a Finnick sentado en la cama. Entonces se gira para encarame y levanta las cejas.

- Si estás ocupada, puedo volver en otro momento. -  me dice.

- Si lo que tienes que decir es algo referente a una alianza, puedes hacerlo delante de él. - le digo despreocupada.

Ella se gira y fulmina a Finnick con la mirada, antes de volverse de nuevo hacia mí.

- No te preocupes, no pasa nada. Me alegra que tomaras la iniciativa, eso dice mucho de ti. - le digo.

- Entonces, ¿hice lo correcto? - pregunta.

Asiento y veo aparecer el alivio en su rostro. Un nuevo golpeteo en la puerta nos saca de nuestra conversación. Abro y la joven avox me indica que la cena está servida. Le doy las gracias y me giro hacia los chicos, les hago un gesto y juntos salimos al pasillo. Al llegar al comedor, todos nos esperan. Nos sentamos en los sitios vacíos y empezamos a cenar con una charla insulsa que no parece interesar a nadie. Al acabar el postre me levanto despacio, pues la maldita rodilla vuelve a hacer de las suyas, me despidos de todos y acompaño a los chicos a sus habitaciones. Cuando entro a la mía, me acerco a la cama y en lo único que soy capaz de pensar es en tener una noche sin pesadillas. Me tumbo despacio, intentando no apoyar demasiado la rodilla y me acomodo. Me siento tan agotada que poco tardan mis pesados párpados en caer en la negrura.

Un leve zarandeo me obliga a abrir los ojos, la luz procedente de las ventanas me hiere y me hago sombra con la mano. Cuando consigo enfocar la mirada, veo a la chica avox. Me alzo sobre los codos mirando a mi alrededor y miro la hora. Me he dormido.

- ¿Los chicos se han marchado ya? - le pregunto.

La muchacha asiente y me ayuda a levantarme de la cama. Me doy una ducha rápida y salgo disparada hacia los ascensores. Bajo hasta la planta baja, pero en lugar de dirigirme hacia la sala de mentores, me dirijo a la calle. Antes de salir miro a mi alrededor con disimulo y me meto en las calles como una más, sin llamar la atención. Giro por una calle y me dirijo al callejón que hay detrás de una tienda de llamativas pelucas de colores. Camino en silencio hasta una pared de ladrillos, saco uno de ellos y meto la mano hasta el fondo con cuidado, noto algo al final del hueco y lo agarro. Cuando la vuelvo a sacar, abro la mano y encuentro un papel arrugado. Miro hacia ambos lados antes de abrirlo y leo lo que pone.

                   calle rosa, pastel azul, 15


[N. de Drewinthesky] Lǜ, significa "verde" en chino (escrito en fonética). Se pronuncia más o menos "LUÍ"

viernes, 6 de julio de 2012

CAPÍTULO 26 Mags

Hace quince años que no piso el Capitolio. Desde el segundo vasallaje, cuando perdí a cuatro niños inocentes. Muchos son los que me dicen que tengo que volver a hacer de mentora, que soy la mejor. Yo no creo que eso sea cierto, todos los que han ido en mi lugar en los últimos años lo han hecho muy bien, aunque nadie a traído de vuelta a tantos tributos como yo. Pero ya soy muy mayor y no me veo con fuerzas.

Aunque no haya ido a los juegos, he estado trabajando desde aquí, enseñando a los niños técnicas de supervivencia tales como crear anzuelos o redes capaces de atrapar a un contrincante. Me siento en la playa cada día y observo a mis nietos crecer, hasta que el griterío de niños en la orilla me obliga a levantarme, con esfuerzo e ir en su encuentro.

 - ¡Buenos días a todos! - los saludo al llegar junto a ellos. - ¡Se os oye desde mi casa! - todos ríen, y yo con ellos.

- ¡Llegas tarde Mags! - dice Dawn, sentándose a mi lado.

- Lo sé pequeña, pero ya no estoy tan ágil ni soy tan rápida. - mi declaración provoca más risas. - ¿Alguien me pasa un poco de cuerda? Os voy a enseñar a hacer un nudo del que nadie, sin un arma cortante podrá escapar.

Estas últimas palabras callan toda conversación o risa. Ahora todos me prestan la mayor de las atenciones. Estoy ayudando a Awel con su nudo, cuando noto que alguien se acerca al grupo de puntillas.

- ¡Finnick Odair, llegas tarde!. - digo sin levantar la vista de la cuerda que tengo en las manos.

Escucho las risas de los otros y la suya propia mientras se acerca a mí. Me rodea con los brazos y me da un beso en la mejilla.

- Lo siento Mags, estaba practicando con el tridente y se me fue el tiempo. - se disculpa con esa voz dulce y zalamera que sabe que desarma a cualquiera.

- Dile a tu padre que los nudos también son importantes. - le digo pasándole una cuerda. - ¿Acaso ya a olvidado quien le enseñó a atar cabos? Aun recuerdo la primera vez que el mar se llevó su barquita porque no supo amarrarla correctamente. - todos ríen y veo aparecer a River, el hijo mayor de Ona.

 - ¿Puedo unirme al grupo? - pregunta algo tímido.

Tras unos segundos mirándolo, le ofrezco una cuerda y lo invito a sentarse a mi lado. Estoy algo nerviosa, es la primera vez que voy a hablar con uno de mis nietos. Se parece mucho al hombre del cual heredó el nombre, excepto los ojos, tiene los ojos de su madre, que son exactamente igual a los míos.

- Creo que no nos conocemos, me llamo Mags. - me presento a la vez que le ofrezco la mano.

- River Frey. - se presenta mientras me estrecha la mano.

- Justo ahora les estaba enseñando a hacer un nudo corredero, ideal para atrapar presas. - mientras los otros van practicando sus nudos, yo le explico paso a paso a River algunos nudos importantes que ya hemos hecho.

A lo lejos se oyen las voces de algunas madres llamando a sus hijos, miro al cielo y me doy cuenta de que se nos a pasado la mañana volando. Algunos se levantan y me enseñan sus nudos antes de irse a casa. Yo me levanto y me acerco a la orilla para mojarme un poco la cara. Cuando me giro para marcharme, Finnick está tumbado en la arena trabajando en sus nudos y River sigue sentado donde lo dejé. Me acerco a él y me siento a su lado, está intentando hacer un nudo tejedor, pero anticipa una vuelta de cuerda y cuando la estira se deshace todo.

 - Primero has de pasar la cuerda por debajo y después volverla a pasar por arriba, luego le das la vuelta y ya lo tienes. - le explico.

Sigue mis instrucciones y finalmente lo consigue. Me mira sonriendo y me lo enseña, asiento sonriendo también y entonces, aparece ella acompañada de una niñita preciosa de bucles cobrizos iguales a los de ella.

- ¡Ri! - lo llama.

Él se gira y la llama con la mano para que se acerque. Ella pone los ojos en blanco, pero finalmente echa a andar hacia nosotros.

- Hola. - me saluda de pasada y yo asiento con la cabeza en un saludo silencioso. Se agacha junto a su hijo y este le enseña el nudo. - ¿Desde cuando te interesan los nudos?

- No lo sé, pero me pareció buena idea aprender algunos, por si acaso... - dice susurrando las últimas palabras.

- ¡Tú no vas a ir a los juegos, no necesitas saber esto! - le espeta ella con claro disgusto en la voz.

- Mi abuela siempre decía que el saber no ocupa lugar. - le digo.

- Y eso lo dices tú, que estás aquí sentada enseñando a todos esos niños a hacer nudos para atrapar a otros niños y así poder matarlos. - me dice empezando a alzar la voz.

- Mamá, te estás pasando. No tienes ni idea de lo que estás diciendo. - le espeta River a su madre.

- No creo que ese sea modo de hablar a tu madre jovencito. - le reprocho a River. - Y con respecto a lo que me echas en cara. - empiezo a decirle a ella. - Yo no estoy aquí para enseñar a niños a matar a otros niños, les enseño a sobrevivir. Todo lo que yo les enseño les sirve para la vida aquí, en el mar. - le digo mientras se lo señalo. - Son cosas que todo habitante del distrito cuatro necesita saber si quiere labrarse un futuro.

Dicho esto me levanto y me giro hacia Finnick, que no a levantado la vista de su cuerda ni un segundo.

- ¡Finn! - lo llamo. - Acompañame a casa, tengo algo para Lux.

Lux es íntima amiga mía y abuela de Finnick. Él y su padre, Jonah, viven con ella desde que su madre murió cuando él tenía siete años. A pesar de que Jonah trabaja y Finn lo ayuda de vez en cuando, no siempre tienen suficiente dinero para comer. Por eso yo me encargo de que no les falte de nada, igual que hago con mi hija y su familia, aunque al contrario que Lux, ella no lo sabe.

Por el camino que lleva hasta mi casa, Finnick me avasalla a preguntas sobre distintos tipos de nudos o sobre como hacer un anzuelo con la espina de un pescado y el tallo de una flor. Finalmente llegamos y lo invito a pasar, lo conduzco hacia la cocina y le ofrezco un gran pedazo de bizcocho de limón y un vaso de té helado. Mientras él come, seguimos hablando del tema y yo le voy preparando todo lo que se tiene que llevar a casa: comida, algunas medicinas, algo de ropa y un poco de dinero. Pasado un rato, nos despedimos y ya cargado de provisiones se marcha. Yo me siento en mi mullido sillón y me pongo a bordar el regalo de cumpleaños de Sirin, la hija pequeña de Ona.

Llaman a la puerta y aunque mi primer pensamiento fue no abrir, finalmente lo hago y me arrepiento casi al instante.

- ¿Cuantas veces he de decirte que no vengas a mi casa? - le espeto a la vez que la tomo del brazo y la meto corriendo en casa, asegurándome de que nadie la ha visto antes de cerrar la puerta.

- A pasado mucho tiempo Mags... - dice Rose en tono cansado.

- Eso no importa, mientras ella siga viva nadie debe saberlo. - susurro. - Dime que necesitas y te lo daré, pero debes marcharte cuanto antes.

- No necesitamos nada gracias a ti. - dice.

- Entonces, ¿a qué has venido? - le pregunto, ahora preocupada.

- Ona me ha contado vuestra discusión de esta mañana. - me explica. - Está muy disgustada por la forma en que te habló y me ha pedido que viniera a disculparme.

- ¿Porqué no ha venido ella? - le pregunto, aunque realmente no quiero saber la respuesta.

- Porque está avergonzada. - me dice. - Y más después de que yo la reprimiera por su conducta.

- ¿Porqué has hecho tal cosa? - le digo, ahora claramente enfadada.

- Pues porque soy su madre, ¿no? - esa simple frase me parte el alma, porque aunque me duela, es la verdad. Ella es su madre, no yo. Es su deber reñirle aunque ya sea una mujer adulta, yo quise que así fuera el día que se la entregué.

- Tienes razón, tú eres su madre. - le digo con pesar. - Dile que está todo olvidado, que no la culpo por lo que dijo.

Rose asiente y la acompaño a la puerta, antes de cerrar recuerdo el regalo y le grito que espere, me meto en la casa y cojo el vestido blanco bordado en plata que cuelga del brazo del sillón, vuelvo hacia la puerta y bajo los escalones del porche para encontrarme con ella.

- Toma, es mi regalo para Sirin. - le digo entregándoselo. - Espero haber acertado con las midas. - le digo con una triste sonrisa en el rostro.

Ella vuelve a asentir y se marcha por el camino de tierra, yo me quedo dónde estoy hasta que la veo desaparecer colina abajo.

Una semana después, de camino a la plaza para la cosecha, veo a Ona junto a su marido y Sirin, que lleva el vestido que le hice. Supongo que River ya ha ido a ponerse junto a los demás chicos de su edad. Subo al escenario con la ayuda de Tyr y me siento en  mi sitio antes de que el alcalde Sattherwaite empiece con su aburrido discurso de siempre, al finalizar, le llega el turno a Niwl, que después de saludar pomposamente se dirige a la urna de la chicas, coge una papeleta y vuelve al centro del escenario. Carraspea tímidamente y lee en voz alta y clara:

- Nina MadHatter.

Vemos aparecer a una chica de unos dieciséis años alta y delgada, con el pelo castaño recogido en una coleta. Parece segura de si misma y eso me gusta.

Niwl la recibe sobre el escenario con un fuerte apretón de manos y acto seguido, se lanza a por el nombre del chico. Tarda unos segundos en coger la papeleta porque la saca del fondo, vuelve al centro y lee:

- Finnick Odair.

Mi corazón se detiene con una sacudida dolorosa cuando veo aparecer al chico en el escenario. Parece fuerte y seguro de sí mismo, pero yo lo conozco desde que nació, y se que detrás de esa gran sonrisa, está aterrorizado. Miro hacia el público y encuentro a Lux llorando desconsoladamente sobre el hombro de Jonah. Sigo mirando en busca de River, que está a salvo, junto a sus padres y es entonces cuando me decido.

Hacía mucho tiempo que no entraba en el Edificio de Justicia, pero no parece haber cambiado nada. Subo en el ascensor hasta la primera planta. Me topo con un  agente de la paz cuando se abren las puertas y sin hacer caso de lo que me grita, aprieto el paso y me dirijo a la sala de espera de los familiares de los tributos. Justo cuando llego, se abre la puerta y aparece una sollozante Lux agarrada del brazo de Jonah, que no llora pero tiene los ojos muy rojos.

- ¡Lux! - grito, acercándome para estrecharla entre mis brazos. - No temas, iré con él y lo traeré de vuelta, te lo prometo.

Un par de agentes aparecen para llevárselos y es entonces cuando me escabullo dentro de la sala donde está Finnick.

- ¡Mags! - exclama al verme aparecer por la puerta.

- No te preocupes, volverás a casa aunque sea lo último que haga. - le digo mientras le acaricio el cabello del color del bronce. - Te espero en el tren, no digas ni hagas nada hasta que nos veamos.

Vuelvo al ascensor para bajar y el mismo agente que antes me gritaba, vuelve para seguir con su perorata de antes. Yo simplemente lo miro sonriente, como si no entendiera ni una palabra de lo que me dice. Llevo años haciéndome pasar por senil. He fingido tener varios ataques propios de mi edad, pero aparte de una rodilla un poco cascada, estoy fuerte como un tifón. Al llegar abajo, me voy directa al tren y a pesar de las súplicas de Tyr y Balder de que es mejor que me quede en el distrito, me subo al vagón. Poco después, aparece Niwl con Finnick y Nina, que a pesar de la serenidad de su rostro, el enrojecimiento ocular la delata.

Le hago a Niwl un gesto con la mano, pidiéndole un poco de intimidad y ella enseguida desaparece tras una puerta dejándonos solos. Los invito a tomar asiento y yo hago lo propio frente a ellos. Al doblar la rodilla, emito un leve quejido de dolor y Finnick, siempre atento, se levanta de su asiento para ayudarme.

- Gracias. - le digo acariciándole la cara con suavidad.

El sonríe y se vuelve a sentar junto a Nina.

- No tenemos mucho tiempo, pronto llegaremos al Capitolio y una vez allí pasareis a manos de los estilistas y sus equipos de preparación. - les informo. - No volveremos a vernos hasta después de la ceremonia inaugural. Portaos bien y sed educados con todos ya que la primera impresión que causéis será la más importante durante vuestra estancia aquí, eso os ayudará a conseguir patrocinadores.

- ¿Crees que podrás conseguir buenos patrocinadores? - me pregunta Nina.

- ¡Por supuesto que lo hará! - exclama Finnick algo molesto. - Era la mejor mentora de todo Panem.

- Y yo no lo pongo en duda. - se defiende Nina. - Pero has de reconocer que es muy mayor y está enferma, todo el distrito cuatro lo sabe.

- ¿Porque habláis como si yo no estuviera aquí? - les pregunto, ambos bajan la mirada avergonzados. - Soy mayor, pero todavía rijo, créeme. Todo lo que oigas en el distrito sobre mí, son solo cuentos de vieja chismosa.

- Si, de una vieja chismosa llamada "Mags" - dice entre risas Finnick a la vez que hace unas comillas con los dedos al pronunciar mi nombre.

- Si, bueno, admito que yo inventé algunas de esas cosas. Pero no es mi culpa que la gente las creyera, ¿no? - les pregunto. - Al fin y al cabo, estaba siempre en la playa enseñando a todo el que quisiera, podrían haber preguntado.

- Supongo que si. - dice Nina.

- Bueno, ahora dejémonos de tonterías y vayamos al grano. - les digo en tono mas serio. - Vuestras habilidades. Necesito saberlas para empezar a trabajar. - ambos me prestan toda su atención. - Finnick, ya se cuales son tus puntos fuertes, pero quizás te guardes un as en la manga, ¡sorprendeme!.

- En realidad ya conoces mas o menos todo lo se hacer... Aunque últimamente he estado practicando mucho con el tridente de mi padre, que es mas grande y pesado. - explica.

- Jonah es un gran maestro y si tu eres la mitad de bueno que el, no tendrás muchos problemas. - le digo. - ¿Nina?

- Bueno, yo no sé manejar un tridente. - dice mirando a su compañero de reojo. - Pero se nadar bastante bien y soy ágil y rápida.

- Bastará si eres inteligente. - le digo.

Sigo dándoles instrucciones para causar una buena impresión en su llegada al Capitolio, mientras tomamos un tentempié, cuando aparece Niwl para avisarnos de que en breve llegaremos a la siempre atestada estación.

- Perfecto, gracias Niwl. - le digo, antes de girarme para encararlos de nuevo. - Recordad todo lo que hemos estado hablando y todo saldrá a pedir de boca.

Quince minutos después, el tren entra en la abarrotada estación. Parece que todo el Capitolio esta aquí metido, no cabría ni un alfiler. Al bajarnos, todos gritan el nombre de Finnick. Mujeres y hombres, niños y niñas, todos. Hasta que salgo de entre las sombras creadas por el vagón y un susurro de exclamación y sorpresa recorre toda la estación. << ¡Es Mags! >> murmullan algunos, << No puede ser... >> musitan otros, << Parece muy mayor >> susurran. ¡Que esperaban!, que fuera siempre joven y guapa.

Unos avox vienen a recoger a los tributos para llevarlos con sus correspondientes equipos de preparación y a mí, como si me hiciera falta, uno me agarra del brazo y me guía hasta la sala de mentores, dónde me ayuda a sentarme en un cómodo sillón de terciopelo color borgoña y me ofrece una vaso de zumo de naranja. Supongo que cree que necesito tomar más vitaminas. Me bebo el zumo por no hacer el feo, mientras espero a que lleguen los demás mentores. Justo cuando voy a dar el último trago, aparece el mentor que faltaba, borracho como una cuba. Se sienta a mi lado y el pestazo a alcohol de su aliento me da arcadas, pero me contengo. Es el ganador del segundo vasallage de los veinticinco. No tengo el placer de conocerlo, tuve que marcharme del Capitolio en el mismo instante en que murió mi último tributo. De todos los que han estado o estamos aquí, sin duda alguna, él es el mejor, el que tienen más mérito. Tuvo que superar el doble de adversidades y oponentes, cuarenta y siete niños tuvieron que morir para que él pudiera volver a casa.

- Tú debes de ser Haymitch, ¿no es cierto? - le digo en una voz que es apenas un susurro.

Se gira hacia mí y me mira con el ceño fruncido, se aparta el pelo de la cara, tose sin taparse la boca y me dice:

- Si señora, soy yo. - dicho esto se recuesta hacia atrás en su asiento y empieza a roncar sonoramente.

Pasado un rato que se me hace interminable, nos indican que debemos ir a las cuadras. Finjo que me cuesta levantarme y sorprendentemente Haymitch es el único que se ofrece para ayudarme Me lleva del brazo hasta el pasillo, dónde un avox que me resulta vagamente familiar me ofrece su brazo. Durante el camino hasta los ascensores, no puedo evitar mirarlo de reojo de vez en cuando, intentando recordar de que lo conozco, pero no caigo. Me meto en el primer ascensor que encuentro abierto junto con tres mentores más a los que no presto ni la más mínima atención. Cuando se abren las puertas, Niwl me está esperando.

- ¡Estoy deseando ver la cara que pones cuando veas a los chicos! - exclama.

Me lleva hasta un carro tirado por unos impresionantes caballos tan blancos como la nieve. Justo al lado veo a los chicos, Finnick lleva una toga blanca que le deja el maquillado torso al descubierto. Le han dibujado pequeñas escamas en tonos azules y verdes brillantes por aquí y por allá. En su mano derecha lleva un tridente pequeño y plateado, a juego con el que Nina lleva puesto en el pelo, para sujetarle la melena. Su vestido, deja también mucha piel al descubierto, pero tapa todo lo que tiene que tapar.

Siento a Niwl llamarme y me giro para encontrarme con ella. Está con una mujer muy extraña. Tiene la piel estirada, decorada con unos tatuajes formando rayas negras y doradas y la nariz aplastada con largos bigotes. Me acerco a ellas y Niwl me la presenta.

- Te presento a Tigris, la estilista de Finnick.

Le doy la mano y la estrecha entre las suyas, de uñas largas y afiladas.

sábado, 30 de junio de 2012

CAPÍTULO 25 Mags

Han pasado veinticinco años, veinticinco años sin River, veinticinco años viendo crecer a mi hija desde la soledad de mi escondite, viéndola crecer con una madre que no soy yo, sufriendo por ella en sus años de cosecha y ahora, veinticinco años después viendo como se convierte en madre sin mí.

Sentada en una roca, sintiendo la brisa en la cara, observo de lejos a Ona, que acuna a su bebé para que se duerma arrullado por las olas del mar, exactamente igual que hacía yo cuando ella era una bebé. Sigo observándola en silencio a lo lejos, hasta que alza el rostro y nuestras miradas se encuentran. Nos miramos solo unos segundos, pero a mí se me hacen eternos. Alguien la llama, porque aparta la mirada y se vuelve. Asiente con la cabeza y después de un rápido vistazo en mi dirección, se marcha. Me quedo sentada dónde estoy hasta que la pierdo de vista por el camino que lleva al centro del distrito. Cuento hasta veinte y después de tragar un buen trago de aire, me levanto y me encamino hacia mi casa en la Aldea de los Vencedores. Al llegar a casa, miro el reloj que pende de la pared de la entrada. <<Son casi las doce - me digo - El show va a empezar>>. Me dirijo al salón y me siento en el mullido sillón color arena que hay junto a la ventana. La rodilla derecha me cruje al sentarme. <<La edad no perdona>> pienso mientras me la froto.

A las doce en punto, Caesar Flickerman, el hijo de Eustace, hace su aparición en el escenario, es incluso más pomposo que su padre. Bromea y ríe con el público, después de unas cuantas palabras más, grita a pleno pulmón:

- ¡Ya ha llegado el momento del Vasallage de los Veinticinco!

El presidente Snow aparece en escena después de ser anunciado por Caesar. Camina hasta el centro del escenario, seguido de un niño vestido de blanco que porta en sus delgados brazos una sencilla caja de madera, seguro que de caoba, ya que en el Capitolio "todo" es de caoba. Ya en el centro, empieza con su discurso, nada nuevo, siempre lo mismo, habla sobre los vasallajes y nos explica lo que sucedió en el primero, el que ganó Sarah. Acaba y suena el himno. Todo el mundo guarda silencio. Al terminar la música, Snow se gira hacia el chico y me sorprende cuando le dedica una sonrisa y le revuelve los cabellos. Abre la caja y saca el sobre amarillento con el numero cincuenta grabado, levanta la solapa, saca la tarjeta y lee:

- En el cincuenta aniversario, como recordatorio de que murieron dos rebeldes por cada ciudadano del Capitolio, todos los distritos enviarán el doble de tributos de lo acostumbrado.

Una mueca de horror aparece en mi rostro, cuatro niños por cada distrito. Cuarenta y ocho participantes, un solo ganador. Este año, el cincuenta será memorable. El doble de muertes, el doble de diversión, al menos para algunos.  Apago el televisor, no quiero ver más a ese desalmado, esta disfrutando con todo esto. Decían que Rain era malo, pero Snow es absolutamente perverso.

Llaman a la puerta y cuando me levanto para abrir, la maldita rodilla me vuelve a crujir. Voy todo el camino hasta llegar a la puerta mascullando. Abro la puerta y me topo de cara con Tyr, uno de mis chicos. Hace cinco años logré traerlo de vuelta, fue un milagro, porque nadie apostaba por él. El pobre nació con un solo brazo, pero aún así luchó y venció. Ahora es bastante famoso en el Capitolio, las mujeres se lo rifan.

- Pasa, no te quedes ahí parado como un pasmarote. - le digo.

- ¿Qué vas a hacer? - pregunta, entrando en la casa. - Cuatro tributos son demasiados.

- Nada. - le digo mientras le ofrezco un asiento.

Se queda parado dónde está, a medio camino del sillón, yo me siento y esta vez no puedo evitar un mueca al doblar la pierna.

- ¿Nada? - frunce el ceño. - Mags, no te entiendo. ¿Qué quieres decir?

- Que no voy a hacer nada, no pienso ser participe en estos juegos. - le digo mirando fijamente a su cara de perplejidad.

- Pero no puedes hacer eso... ¡No puedes abandonarnos! -  me dice alzando la voz.

- Estoy convencida de que tú lo harás igual de bien que yo. - le digo con dulzura, pero él niega con la cabeza.

- Yo no estoy tan seguro. - dice alejándose por el pasillo hacia la puerta. La abre si se marcha dando un portazo.

Su reacción me hace sonreír. Me recuerda un poco a mí, con ese temperamento. No pienso ir a estos juegos, lo tengo decidido desde que acabaron los últimos. Estoy cansada de todo esto y lo único que me apetece hacer ahora es quedarme en casa.

                                                          ***

Hoy es el día de la cosecha. Hace meses que no veo a Tyr, desde nuestra conversación el día de la lectura de la tarjeta que no lo veo. Es posible que me esté evitando, quiero pensar que no me importa, pero no es así. Me levanto con parsimonia de la cama y me meto en el baño. Después de una ducha, me visto con lo primero que encuentro y sin pararme a desayunar, salgo de casa. Me dirijo a la playa, por el camino que hay cerca de mi casa. La más alejada de la aldea. Serpenteo por la estrecha senda hasta llegar a mi roca. Me siento y aspiro el aire puro. Cierro los ojos y miro al cielo, mis párpados se tornan naranjas. Casi puedo notar los brazos de River rodeando mi cintura. Ese pensamiento me hace abrir los ojos de golpe, aún después de tantos años, pensar en él me duele en los más profundo de mi ser. Me levanto de mi asiento y me acerco a la orilla. El agua helada moja mi piel provocando que un escalofrío recorra mi cuerpo, mis pies se hunden en la arena y esa sensación me encanta porque me recuerda de dónde provengo. Unas risas lejanas hacen que me gire. Allí está ella, como cada día desde hace doce años. Saco los pies de la arena con bastante esfuerzo, el agua los ha hundido a conciencia. <<No quiere que me vaya>>. - pienso para mis adentros. Vuelvo a sentarme en la roca y la contemplo hasta que se marcha.

- ¡Mags! - grita alguien a mi espalda.

Me giro y me encuentro con Alia, la nieta de mi antiguo mentor Seah, que viene corriendo por el camino que lleva hasta mi casa. Me levanto y camino lentamente hacia ella. Cuando llega a mi altura, respira con dificultad. Espero a que se reponga y la guío hacia mi casa, dónde le ofrezco un gran vaso de agua que bebe sin pararse a respirar. Deja el vaso con fuerza sobre la mesa y me mira sonriendo.

- ¿Vas a contarme a que ha venido todo esto? - pregunto sonriendo también.

- Me envía mi abuelo. - responde.

- Seguro, pero ¿para qué? - pregunto entrecerrando los ojos con sospecha.

- Hoy es la cosecha. - dice.

- Lo sé.

- Tienes que ir.  - me dice seriamente.

Miro la hora, está a punto de comenzar la cosecha y no podemos faltar.

- Vamos. - le digo haciendo un gesto con la mano.

Juntas nos encaminamos a la plaza. Al llegar todo el mundo me mira y me hace pasillo para dejarme llegar hasta el escenario. Estoy segura de que ha corrido la voz de que este año no voy a ir a los juegos, porque los oigo cuchichear sobre ello. Cuando llego arriba, saludo a los otros ganadores, al alcalde Sattherwaite y a Niwl, la nueva acompañante del Capitolio asignada al distrito cuatro. Es alta y esbelta, siempre viste de azul, combinando diferentes tonos. Su pelo es blanco con reflejos azules, parece una princesa de hielo. Pero a pesar de su frío aspecto es una chica muy cálida y agradable, me cae realmente bien para ser del Capitolio. El alcalde da su discurso y recuerda a los habitantes las reglas del segundo Vasallaje de los Veinticinco. Una vez concluido el discurso, Niwl ocupa su puesto en el centro del escenario. Pronuncia unas pocas palabras y se dirige a la urna de las chicas. Coge dos papeletas y vuelve al centro, carraspea y lee en voz alta y clara:

- Juniper Pearl.

Joon, la hija pequeña del boticario. La chica, de apenas doce años sube al escenario entre lágrimas. Se me parte el alma al pensar que esa diminuta niñita tendrá que enfrentarse a cuarenta y siete oponentes. Niwl desdobla el segundo papel y lee:

- Raven Darkholme.

Veo aparecer por el escenario a una chica preciosa de pelo rojo como el fuego y ojos dorados. Es mayor que Joon, yo diría que tiene unos dieciséis o diecisiete años, es alta y esbelta, pero fuerte y atlética, creo que  tiene posibilidades. Ahora es el turno de los chicos y Niwl se acerca a la urna y coge dos papeletas más.

- Leo Lighthouse.

Lighthouse, conocí a un hombre que se llamaba así. Trabajaba con mi padre, seguramente fuera su abuelo. Sube con paso decidido, es rubio y tiene los ojos azul clarito, tanto, que de lejos solo se le ve la pupila. El último tributo está a punto de ser escogido y el público guarda silencio.

- Benjamin Barker.

Un chico alto y desgarbado, con la melena negra y rizada despeinada se abre paso entre el gentío. Al llegar al lado de sus compañeros lo veo apretar fuertemente los puños. Niwl termina con unas pocas palabras más y los tributos quedan en custodia. Me levanto para marcharme a mi casa, pero las caras de los otros ganadores me frenan en seco. Seah se me acerca, pero lo paro en seco con un movimiento de la mano. Bajo del escenario y me encamino hacia mi casa. La gente murmura a mi alrededor, pero no hago caso. Veo a Ona junto a Rose, esta última lleva en brazos al bebé, no puedo evitar que la envidia me azote con toda su fuerza. Acelero el paso y salgo de la plaza, pero cuando estoy a punto de llegar a la aldea, algo me hace volverme y a pesar de mi rodilla, echo a correr como alma que lleva el diablo. Llego justo a tiempo para subir al tren, Tyr sonríe al verme aparecer y Balder, que era el otro mentor elegido para ir a estos juegos, se baja del tren.

- Sabía que no nos ibas a dejar en la estacada. - dice dándome un abrazo.

- Jamás me lo habría perdonado. - digo, viendo pasar el distrito tras la ventana del tren.

Este año, a pesar de que llevamos al doble de tributos de lo acostumbrado, todo es igual. Al llegar al Capitolio los tributos pasan a las manos de los equipos de preparación y nosotros nos reunimos con los demás mentores. Los conozco a todos, aunque rara vez cruzo más de dos palabras con ninguno. La única con la que mantengo una relación más estrecha, aparte de mis compañeros de distrito, es Lilac, que sigue siendo la única vencedora del doce. Después del desfile de inauguración, vamos directamente a nuestra planta y tomamos la cena comentando todo lo ocurrido hasta el momento.

La semana de los entrenamientos se me pasa volando, tanto que cuando me dicen que es la hora de preparar a los tributos para las entrevistas previas a la arena, me quedo patidifusa. Joon, no es muy buena en la pelea y desgraciadamente es demasiado joven como para saber hacer algo que pueda provocar la muerte de nadie, así que su táctica será la de ir de niña indefensa que necesita que la cuiden a toda costa. Raven es harina de otro costal, es fuerte, atlética y muy guapa, así que no tendrá dificultad a la hora de encontrar patrocinadores. Cuando les llega el turno a los chicos, ellos mismos lo tienen bastante claro. Leo, es la simpatía personalizada, su papel irá por ahí, intentará ganarse al público de ese modo. Benjamin es un chico muy reservado. Su pelo alborotado le da un aire misterioso que gustará a la gente del Capitolio. Pese a mis dudas iniciales, este año los tributos han sido bastante fáciles de guiar. Así que no es de extrañar, que en las entrevistas destaquen sobre los otros, a excepción del chico del doce, Haymitch Abernathy. El chico realmente llama mi atención, es mordaz, arrogante e indiferente, pero por encima de todo eso es un ganador. Si mis chicos no tienen ninguna posibilidad de ganar, espero que lo haga él.

La mañana de los juegos, me despierto bastante alterada, un mal presentimiento me atormenta. Me despido de ellos al modo acostumbrado, juntando nuestras cabezas y dándoles un último consejo. Sé que lo harán bien, al menos eso espero.

Un murmullo de admiración recorre el lugar al contemplar la arena, es la más impresionante que he visto en los cincuenta años de los juegos. La Cornucopia se encuentra en medio de un prado sembrado de hermosas flores, el cielo azul, tiene esponjosas nubes blancas flotando por él, a la derecha se extiende un bosque magnífico y a la izquierda una gran montaña nevada ocupa el lugar.

El baño de sangre se cobra dieciocho víctimas, ninguna del distrito cuatro, lo que es un alivio. En los días siguientes, nos damos cuenta de que no solo es la arena más impresionante de todas, también la más mortífera. Los tributos van cayendo, la mayoría víctimas de la arena, ya que casi todo es venenoso (los frutos que penden de arboles y arbustos, el agua de los arroyos e incluso el aroma de las flores). Los profesionales no tienen demasiados problemas, ya que están bien surtidos gracias a la Cornucopia, pero no puedo decir lo mismo de la mayoría de ellos. Solo los del doce parecen arreglárselas de maravilla, a pesar de algunos incidentes.

A los cuatro días, la majestuosa montaña se transforma en un volcán hambriento de sangre, que se traga a doce tributos, entre ellos Leo y la pequeña Joon. El mismo día en que los dos tributos aliados del doce deciden separarse, la chica, creo recordar que se llama Maysilee muere al ser atacada por una bandada de pájaros rosa chillón. Ese mismo día un poco más tarde Raven muere tras luchar con Jack Ripper, el único tributo del dos que queda con vida, aunque no tarda mucho en morir tras la picadura de una mariposa. Solo quedan tres tributos, Benjamin, Haymitch y la chica del distrito uno. Unas dos horas después los gritos de Ben atraen las miradas de todos los presentes, esta siendo atacado por una manada de ardillas, el cañonazo no tarda en sonar. Con ese cañonazo, mi estancia en el Capitolio se termina. Me giro y busco a Lilac con la mirada. Está rodeada de gente, que ahora, al final de los juegos quieren ayudarla a patrocinar a su tributo. Me quiero acercar a ella, pero Niwl viene en mi busca, debemos marcharnos ya.

Al día siguiente, cuando abro la puerta de mi casa, la desolación se apodera de mí.